Desde hace varias semanas tengo la panza medio hinchada. Pensé que mi evacuación no tomaba el tren a tiempo (ahhh, qué tal fineza para decir que estaba atracao) pero me di cuenta que no era así. Intuí entonces que era algo pasajero. Dejé de tomar leche y nada. Me acordé que el año pasado me pasó lo mismo y resultó siendo el diagnóstico un colon con poca paciencia: colon irritable. Cocú, imagino que de tu herencia genética viene lo de “irritable”. Felizmente el único síntoma y fastidio es la panza hinchada así que la única que sufre es mi correa. Ah, y el primer damnificado mi botón de pantalón.
(Botón moribundo)
Entonces he decidido tomar cartas en el asunto…por supuesto con los remedios naturales. La manzanilla es buena para este caso y entonces, lógicamente, me haré adicto. Pero no se preocupen que no la fumaré (al menos que esté buena). Hay bastantes alimentos que debo evitar y que, ohhh, justamente son los que he estado comiendo, entre ellos cítricos (siempre como naranjas y he comido fresas en estas dos últimas semanas). Saben, además, que vivo de las menestras a pesar de sus efectos nucleares. Pues las tendré que relegar por un tiempo.
Este lunes, como siempre, fui a la nata. Como siempre, dejo mi mochila con todas mis cosas en un espacio donde hay gente que cuida. Luego, como siempre, llevé mi toalla y un pequeño estuche (¿?) donde meto mi jabón, champú y desodorante que dejo en el baño. Muchos dejan ahí sus toallas. Terminé de nadar y, como siempre, luego de recibir varios silbidos femeninos luego de salir de la piscina (sí, es inevitable), me fui al baño. Pero (y esto no es como siempre) encontré mi toalla en soledad. Es decir, alguien se peló el estuche con mis cosas de limpieza. Pensé que la había escondido algún chibolo pero ese día no había chibolos. En pocas palabras, me lo chorearon. Le pregunté a la tía que cuida las mochilas si había visto la vaina esa y me respondió “uyyy, ahí no hay que dejar nada. Se pierden las cosas”. Su respuesta me reconfortó mucho pues me sentí en mi Lima querida. Estuve cerca a darle un beso, preguntarle si tenía cambio de 10 lucas y pedirle que me preste du periódico La Chuchi.
Este robo no me dio cólera ni risa ni nada. He quedado medio pasmado, aunque es cierto que seguramente el choro pensó que en el estuche había algo quizás de valor. Bueno y sí lo había. Era una inversión como de 3 euros en champú, un jabón Rexona y el último desodorante Axe que me traje de Lima.
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